Jesús Ge es un crooner que despanzurra el lenguaje, lo pone patas arriba, y en eso armoniza con el espacio que esa noche le rodea. El Escorxador, en el corazón del Cabanyal, un corral con una higuera eterna que los viejos republicanos le cedieron a los de Salvem el Cabanyal y que ya es un edificio icono de resistencia popular.

Jesús Ge hace onomatopeyas con las vocales, balbucea, tartajea, repite las sílabas como notas musicales; manipula el lenguaje convencional y tópico hasta hacerlo absurdo.

Si uno sale esa noche del viejo matadero a la calle San Pedro, escuchará también un lenguaje extraño, hablado por las mujeres rumanas del gueto, que se reúnen a la fresca en las esquinas destrozadas de las calles sin baldear, para escapar un rato de sus infraviviendas. Ese es el doble escenario, en las calles, la supervivencia desesperada de los pobres, dentro, en ese viejo caserón despanzurrado, la tenaz y renovada resistencia frente a la perversa política de gueto.

Este humorista subversivo que destroza el sistema es un amigo del barrio mártir. Está aquí, haciéndoselo pasar pipa al respetable, bajo la higuera de brevas verdes, para celebrar el no va más: los dieciséis otoños que los argonautas del barrio llevan navegando contra corriente, y ajenos a los cantos de sirena y los requiebros del Polifemo municipal. Han vuelto a abrir puertas para que todos pasen y vean de nuevo el milagro de una iniciativa popular en tiempo real. Una vez más, gentes de los otros barrios vienen a ver qué es lo que hay. Cómo van las cosas en los confines costeros. Son turistas solidarios en su propia ciudad. Y los vecinos abren las puertas del barrio despanzurrado.

Algunos de ellos tienen una costumbre temeraria, que explica mejor que cualquier octavilla su espíritu de lucha: las mañanas de los sábados de todos los inviernos, corren raudos por la vena aorta del barrio –la calle Pescadores- a bañarse desnudos en su mar Mediterráneo. Hay que verlos, como faunos y vestales, magos de un aquelarre, chapotear felices en el agua helada de la playa. Componen un perfil esperanzador.

Estos días está en su apogeo el festival cívico Portes Obertes. Las gentes de Valencia no deben perdérselo. Es una cuestión de dignidad, de derechos humanos, de recuperar ciudad. Hay que venir a verlo para creerlo: el silencioso diseño de un gueto en la tercera capital del estado, junto al turístico mar de Ulises.

 

Y para los vecinos de este barrio, cualquier ayuda es poca. Puertas: Doors; a estos cabanyaleros les va mucho su canción Riders on the storm; son jinetes en la tormenta.

Abelardo Muñoz