MOMENTO ACTUAL DE LA POESÍA ORAL. Artículo para la revista Quimera. Nº 380-381. Julio 2015
MOMENTO ACTUAL DE LA POESÍA ORAL
Desde hace algunos años, se han prodigado de manera exponencial los eventos poéticos en los que el componente oral ha pasado a primer plano. En la actualidad, los poetas emergentes tienen claro que han de participar en lecturas o formar parte de la nómina de recitales colectivos si quieren obtener cierta relevancia o presencia mediática.
En los inicios de la lírica, la poesía era eminentemente oral debido a que éste era su medio natural de transmisión. Y para facilitar su memorización mantenía una métrica y una rima concretas. Más tarde, esas claves no fueron necesarias y la poesía modificó tanto su transmisión como sus estructuras métricas. Hoy en día, y gracias a la revaloración del sonido de las palabras por parte de las vanguardias de principio del siglo XX, se ha regresado a la oralidad como un elemento más del discurso poético.
Pero el hecho de que en el panorama actual la oralidad haya adquirido mayor importancia no siempre implica una correcta utilización de la misma. A veces, da la sensación de que los poetas piensan que el simple hecho de escribir bien lleva implícito saber leer o recitar adecuadamente. ¿Cuántas veces hemos salido de un recital pensando que nos hubiera gustado más no haber conocido la lectura del propio poeta? En ocasiones, la propia lectura desmerece la poética que el autor nos ofrece y lamentamos haber asistido a la misma, recordando cómo sonaban sus versos en nuestra cabeza cuando los leíamos en el silencio de nuestra alcoba. Hay cierta confusión al pensar que el don divino de la escritura lleva incorporado un pack de lectura adecuada.
Por el contrario, hay otros casos en los que la lectura personal del poeta potencia los significados añadiendo un nuevo signo lingüístico, que es la sonoridad y todas sus variables. No es de extrañar, por lo tanto, que últimamente haya surgido cierto interés por los talleres de dicción, lectura expresiva o técnicas de spoken word.
Por lo tanto, en estos momentos, se podrían establecer tres grandes grupos: la poesía que necesita de una lectura íntima y silenciosa por parte del lector (lo habitual hasta ahora), la que soporta (incluso se alimenta de) la lectura del propio poeta, y la que resulta indisoluble de la puesta en escena del autor (léase poesía escénica, polipoesía o Spoken Word).
Desde hace unos años se ha ido extendiendo por el territorio del Estado la celebración de una competición oral de poetas llamada Slam Poetry (podéis leer un artículo de Dani Orviz en este mismo dossier). Esta nueva modalidad recitatoria ha posibilitado la visibilidad de poetas que se sienten más a gusto en el escenario que en el papel. Asimismo, durante estos años que el Slam ha pervivido en España, hemos visto cómo se han incorporado al mundo poético profesionales de otras disciplinas escénicas como actores y performers, que han contribuido a aportar elementos que, hasta el momento, no se habían tenido en cuenta: el silencio, la presencia escénica, la respiración, el tiempo ficcional…
El hecho de iniciar un nuevo movimiento conlleva también ese carácter de ensayo-error en el que lo mejor y lo peor están entremezclados. Cuesta mucho ir cribando las propuestas más interesantes -las de verdaderos artistas que brillan con luz propia- y dejar aparte las de otros personajes que siguen en un proceso de búsqueda de su propia voz copiando o “inspirándose” en estilos, estructuras o entonaciones de otros artistas. Nadie nace sabiendo y todos los artistas se han forjado a base de copia e imitación. Poco a poco el tiempo irá colocando a cada uno en su sitio.
No estoy seguro de que el Slam haya contribuido, en general, a avanzar en un nuevo ¿género? poético. De hecho, muchos de los Slammers se han ido retirando de esta modalidad para ir trabajando a fondo y presentar sus propuestas desligadas de la competición. Quizá les haya servido como laboratorio o trampolín mediático pero, por supuesto, no como espacio innovador de creación. Muchas de las creaciones poéticas para Slam siguen un patrón repetitivo, anafórico y estandarizado que poco aportan al lenguaje poético. Desgraciadamente, se ha impuesto el ritmo externo del poema a través de la forma por encima del ritmo interno, que exige un mayor trabajo de depuración del verso y del poema. Por supuesto, hay excepciones. Se da el caso de poetas que, aplicando técnicas similares a las de aquel grupo de literatura potencial Oulipo, se autoimponen desafíos lingüísticos que potencian la creatividad poética. U otros que utilizan estrofas rítmicas más tradicionales y dejan aflorar los ecos de la Poesía más clásica. El resultado –cuando el trabajo está bien hecho- es de altísima calidad. Poemas con estructuras muy complejas que mantienen su mensaje o discurso poético.
Pero utilizar la escena y la voz no siempre augura un éxito en el acto comunicativo poético. Comenzaba el artículo explicando que se están dando cada vez más eventos en los que la poesía oral se presenta como elemento principal. En cualquiera de nuestras calles, plazas, bares o locales okupados te puedes encontrar un recital colectivo o un micro abierto en el que varias decenas de poetas comparten sus producciones con otros poetas (a veces, incluso, hasta tienen un público cautivo). Usar un megáfono o pegar alaridos se han convertido en algunas de las claves para demostrar que tu poesía es rabiosa e indignada. Se han multiplicado los poetas críticos y, en ocasiones, no es fácil distinguir una lectura poética de un mitin, o un recital de una regañina. El uso desproporcionado e incontrolado de la voz y el sonido como significante se lo debemos a los artistas conceptuales de la Poesía Fonética o del Letrismo. Es harto interesante conocer y recordar sus propuestas. Recomiendo a los poetas discursivos dejarse contagiar un poco por ellos y conocer mejor estos recursos para utilizarlos en beneficio del poema, no en contra de él.
También se da el caso de poetas que manejan a la perfección las variables sonoras de su voz. Poetas que encandilan cuando se ponen ante el micrófono, que desgranan su repertorio de registros, que modulan su intensidad en un ritmo perfecto. Pero que cuando te acercas a sus textos para ver qué dicen exactamente, la desilusión se apodera de tu lectura al comprobar que no hay mensaje lírico ninguno y que están dominados por banalidades y obviedades. La voz perfecta para decir la nada. Lástima.
En definitiva, la poesía oral está viviendo un momento de mayor presencia a nivel social y cultural. Pero está siendo atropellada por los propios poetas que hacen de ella un uso todavía precario y precipitado, fruto de la acostumbrada urgencia y voracidad con la que nos enfrentamos a todo. Afortunadamente, están surgiendo poco a poco referentes en distintos puntos de la península para ir desbrozando senderos que parecen válidos y así, poder retomar la tradicional poesía oral con una visión más moderna y actual. Habrá que seguir caminando.
Jesús Ge